Es frecuente que oigamos a adultos que cuando se dirigen a los niños utilizan expresiones como "tete" para referirse al chupete, el "bibi" para el biberón, "chache" para su hermano, "el guau-guau" para el perro, "vamos a mimir" para ir a dormir, "el yayo" etc.
Los niñ@s, durante la adquisición del lenguaje y por tanto de su vocabulario expresivo y comprensivo, asocian el significado al referente (al nombre del objeto/persona) que su entorno le enseña. El uso de este lenguaje infantilizado, fomenta el uso de estas expresiones incluso en preadolescentes y adultos.
Se trata de que el niñ@ aprenda un lenguaje correcto y sin errores, no de que nosotros aprendamos y fomentemos el suyo. Durante los primeros años, obviamente sus expresiones contienen errores, y sobre todo al comienzo constarán básicamente de sílabas reduplicadas, pero el papel del adulto es ofrecer siempre modelos correctos que los niñ@s puedan utilizar para corregir y ajustar sus propias expresiones.
Así, trataremos de evitar que un niñ@ con un lenguaje casi maduro continue utilizando expresiones que ya no le corresponden y dotan sus expresiones de un aire infantil que no favorece sus relaciones sociales ni su propia autoestima.
María Ordax Soler
Especialista en Audición y Lenguaje
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